Víctor Bravo, escritor venezolano con una obra de indiscutible valor en el área del ensayo y la crítica literaria, concluye su libro Leer el mundo (2009), con la siguiente interrogante: “¿Es el libro hoy un objeto anacrónico?”.
No obstante la incertidumbre a la que nos pueda conducir la pregunta, que el autor lanza luego de ofrecer una amplia y bien sustentada revisión a propósito del tema, suerte de síntesis de una historia de la lectura, el libro ofrece a sus lectores interesantes y atractivas respuestas a propósito de temas fundamentales que sustentan, cruzan o rodean al experiencia de la lectura.
En ese breve y denso recorrido que ofrece Leer el mundo a lo largo del pensamiento y el arte occidentales, podemos llegar a enterarnos, por ejemplo, de cómo el hombre ha escogido distintos medios para expresar o llegar a encontrar el sentido de la vida dentro o fuera de sí mismo: el relato –la voz–, el libro –la escritura– o el ordenador –la imagen–, terminan por convertirse en instrumentos que a lo largo del tiempo han privilegiado distintos modos de acercarse e interpretar el mundo y la realidad.
En lo que respecta al libro en particular, Víctor Bravo ofrece las coordenadas de los lugares, momentos y sentidos cruciales de su aparición: es así como llegamos a tener una clara visión de su naturaleza moderna; de la significación del surgimiento de ese invento extraordinario de la modernidad, la imprenta, así como de la apertura con la que desde ese momento el saber cuenta para constituirse en conocimiento y expresión esencial de la libertad y la ciudadanía.
En este sentido, la idea del poder del lenguaje para crear “mundos posibles”, situaciones alternas al mundo constatable de lo real, abre posibilidades inmensas para la escritura y la lectura: de acá que Víctor Bravo apueste en su libro por las distintas opciones que ofrece, entonces, la literatura moderna y, con ella, la realización de la lectura como interpretación; acto de desciframiento en el que el silencio que implica leer, no es más que un delgado velo bajo el que se ocultan una o varias versiones del mundo y la verdad.
Luego de habernos leído este libro, interesante y estimulante por demás, parece uno intuir que la lectura requiere de ciertas condiciones: una inmensa disposición para la fina escucha, un extraordinario ejercicio de la sensibilidad y una flexibilidad y apertura grandes, frente a ese rostro imperturbable con el que suelen enmascararse las palabras.
Por éstas y otras razones, no dudamos en recomendar la lectura de éste y los otros libros de Víctor Bravo, en los que el autor nos ha enseñado gradualmente a comprender que la lectura no sólo requiere de la vista, sino de todos y cada uno de los otros sentidos.
BRAVO, Víctor (2009)
Leer el mundo, Madrid:veintisieteletras
(Imágenes de Internet)
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