
Una tradición que no se olvida en el pueblo trujillano es “la quema de Judas”, por más que pasen los años y nos llenemos de modismos gringos, cada Domingo de Resurrección hay por lo menos un Judas en cada comunidad esperando pagar su condena, claro está con la contribución de los transeúntes, quienes participan, más que por gusto por obligación, en este popular rito.
Lo verdaderamente sorprendente no es que se mantenga esta tradición, sino la manera tan descarada en que se mantiene, pues en un trayecto relativamente corto, como es el de Trujillo a Boconó, encontrar más de 15 de estos torturados personajes es algo sobre lo que puede hacerse un escrito, solamente relatando sus diferentes cuerpos y rostros llenaría la página completa de un tabloide.

De verdad algunos inventan todo un personaje, le ponen tanto esmero a su creación que traspasan los límites de la creatividad; sin embargo, como todo en la vida, mientras unos buscan mantener algo positivo hay quienes para aprovechar la fecha se inventan un judas y los saca a la puerta de su casa para conseguir una entrada extra, pero esto no limita ni destruye la tradición, solo la paciencia de los conductores que son detenidos cada 100 metros.

Siguiendo el pasaje bíblico Judas se vende cada año, se vende a cuanto postor encuentra, ya no por entregar al redentor sino su propia vida, haciendo que los viajeros se sientan como miembros del Sanedrín
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